¡El amor entra por los ojos!

Vicky Arana Ruíz | Testigo Amor seguro Chichén Itzá, 2015

Vestir decorosamente ni limita la vestimenta ni disimula la belleza; más bien, fomenta la elegancia resguardando la belleza temporal y resaltando la inmortal.

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Vestir decorosamente ni limita la vestimenta ni disimula la belleza; más bien, fomenta la elegancia resguardando la belleza temporal y resaltando la inmortal.

Suponiendo que nuestra belleza corporal es la apariencia de un vehículo: la belleza interior sería el motor y la gasolina el amor. Entonces vestir provocativamente significa transformar mi carro en un auto convertible que, por su extravagancia, resultará interesante y atraerá miradas; algunas curiosas, otras envidiosas, unas cuantas interesadas.  Pero, ¿de qué sirve transformar externamente un carro si descuidamos el motor?  Si el motor no funciona, el coche, aunque lujoso, no sirve. Y podrán ponerle gasolina, pero el corrompido motor no la almacenará y, si logra almacenarla, no la aprovechará. Un carro estancado ocasionará que los demás se contenten con mirar, porque difícilmente se arriesgarán a quererlo manejar, nadie querrá subirse, y entonces terminarán por regalarlo o, en el mejor de los casos, abaratarlo.

Vestir decorosamente es cuidar la apariencia del automóvil, atendiendo prioritariamente el motor, para obtener seguridad, y conducirlo libremente.  Será un automóvil menos vistoso, pero quien lo conduzca lo preferirá de los demás, varios querrán subirse y el motor lo irán conservando y perpetuando.

Por lo tanto, vestir bien protege a la mujer, le brinda seguridad y permite que el hombre redescubra su valor interior.  El pudor es salvaguardia de un misterio. Es la epidermis del alma.

Las mujeres vestimos escotadas y atacadas cuando estamos desesperadas por recibir miradas y sentirnos amadas. ¡Se nos olvida que el verdadero amor ni se consigue ni depende de una mirada fugaz! El amor consiste en mirar por nuestro verdadero bien, en vistas a entregarnos a los demás.

A las mujeres se nos olvida que “verbo mata carita”, porque somos 80% auditivas; pero para el hombre, “el amor entra por los ojos” porque es 80% visual.  Y esa es la razón por la que las mujeres debemos vestir elegantes, para lucir femeninas. Pues el impudor, lejos de permitir que entre el amor, lo obstaculiza al tiempo que acrecienta la sensualidad. Como dice don quijote de la mancha: “El amor antojadizo no busca cualidades sino hermosuras” Y recordemos que la verdadera belleza es perpetúa, por tanto es interna. Y dónde hay mucho amor, no suele haber demasiada desenvoltura. Y como comentó Nietzche: “Con la belleza de las mujeres aumenta en general el pudor.” O bien Stendhal “El pudor presta al amor el auxilio de la imaginación, y esto es darle la vida”.

Tengamos siempre en mente que lo importante no son las miradas que logremos vistiendo o desvistiendo nuestro cuerpo, sino la mirada profunda de quienes saben desnudar el alma. La belleza interior es una belleza que no se extingue y permitirá que quien nos mire  lo haga con pureza, con gratitud, con respeto, con admiración y con verdadero amor.

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