Significado filial y crisis de Paternidad

María Fernanda | Vocación al Amor
Julio 20, 2020

Este mensaje del santo resuena siempre en mi corazón al estudiar y rezar su Teología del cuerpo. Porque necesita ser rezada, llevada a la oración.

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Este mensaje del santo resuena siempre en mi corazón al estudiar y rezar su Teología del cuerpo. Porque necesita ser rezada, llevada a la oración.

Estas catequesis son antídoto y medicina para el hombre de este tiempo, para el hombre que perdió su identidad, que renunció a su identidad; que insiste en vivir como huérfano, seducido por la aparente paz de la autosuficiencia y la falta de compromiso, y hasta veces este mismo hombre de mil y una “identidades”, todas descartables al alcance de un clic. Un hombre incapaz de sostener la idea de donarse para siempre, desde su temor e inseguridad.

El varón y la mujer de este tiempo, se hicieron incapaces de mirar de frente el gran anhelo que llevan en su corazón, y reconocer la verdad que grita su cuerpo, sobre su origen y dependencia. El hombre de hoy atraviesa una crisis de Paternidad, y se rebela de distintos modos renegando de la propia grandeza y dignidad a la que está llamado.

“El hombre actual es incapaz del don de sí y de la paternidad porque ha perdido la memoria del origen: no puede soportar la idea de ser hijo.” Jorge Gerardo Morales Arráez

La belleza de la Verdad es el camino

La primera vez que descubrí estas catequesis en su integridad, pensé: “La teología del cuerpo guarda en sí una belleza, que puede sacar de su parálisis e invalidez cualquier corazón. Le recuerda al hombre su altísima dignidad, le revela los significados: filial, esponsal y fecundo de su cuerpo; le alienta a vivir en clave de don, recibiendo todo el amor del Padre. Le conduce a la comunión de amor eterna a la que está llamado a vivir en el cielo…”

Toda esta belleza, predispone a que el hombre quede rendido y abra su corazón a la sublime vocación al Amor para el que fue creado.

Esto es bellísimo y es una invitación que, para poder responder, es necesario confiar. Pero… ¿En quién deposita hoy el hombre, la confianza de su corazón, a quién le confía los sagrados misterios de su persona? ¿De dónde bebe y sacia su sed, si se aleja de la Fuente del Amor? Si abandona a su Padre y Creador, y agoniza creyendo ser artífice propio de lafelicidad… a tientas. Esta realidad resuena como un eco de aquella situación que irrumpe en el Principio, como límite de la primitiva inocencia del hombre.

Hoy quiero situarme en el momento en que la Teología del cuerpo describe la caída de Adán y Eva, ya que muestra de un modo concreto el acto interior del hombre en el pecado original. Experiencia que repercute hasta hoy en el corazón del hombre y en el significado filial de su cuerpo:

“la misma descripción bíblica parece poner en evidencia especialmente el momento clave, en que en el corazón del hombre se puso en duda el don.” (TDC 26: 4)

El hombre duda, deja entrar la sospecha en su corazón. Cree en el Padre Creador, pero no le cree a Él, en la gratuidad de Su amor, desconfía de todo lo recibido, duda y arrebata el don para sí. En su corazón entra la desconfianza en el Amor del Padre, desconfía del Amor con el que fue creado y toma por su cuenta, de manera autosuficiente una opción fundamental.

“misterio del hombre que vuelve las espaldas al «Padre» … Al poner en duda, dentro de su corazón, el significado más profundo de la donación…el hombre vuelve las espaldas al Dios– Amor, al «Padre». En cierto sentido lo rechaza de su corazón “. (TDC 26: 4)

Si bien, en su Teología del cuerpo, San Juan Pablo II no refiere de manera literal al significado filial del cuerpo, si está descrito y anunciado como la realidad que ilumina los demás significados:

“El autor de la Carta (a los Efesios) ya en el primer capítulo habla del misterio del amor y de la elección con que «Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo» abraza a los hombres en su Hijo, sobre todo como de un misterio «escondido en la mente de Dios”. Este es el misterio del amor paterno… La primera dimensión del amor y de la elección, como misterio escondido desde los siglos en Dios, es una dimensión paterna y no «conyugal».” (TDC 95: 5)

«Nos eligió… para que fuésemos santos e inmaculados ante El» (Ef. 1, 4). Esta elección y adopción del hombre como hijo en el Hijo, son designios que preceden a la “creación del mundo”; y luego son los cinceles que moldean y dan forma materialmente a la creación del hombre. El cuerpo del hombre está hecho para la santidad, el hombre como hijo en el Hijo, fue creado a imagen y semejanza del tres veces Santo.

Benedicto XVI también expone esta referencia sobre el significado filial del cuerpo en un discurso sobre estas catequesis: “Podemos afirmar que el cuerpo, al revelarnos el Origen, lleva consigo un significado filial, porque nos recuerda nuestra generación…nos hace remontarnos a Dios Creador.” (Encuentro del Instituto Pontificio Juan Pablo II, 13 de mayo de 2011)

Es importante vivir a conciencia y con vital confianza este significado filial del cuerpo humano; ya que la identidad del hombre se origina en la de hijo, donde aprende a recibir primero como don, la propia vida y existencia, su ser sexuado (varón o mujer), aprende a donarse y a acoger el don del otro. Altísima dignidad la de poder ser hijo en el Hijo recibiendo el Amor del Padre, y así, y sólo así, poder madurar y ser capaz de responder al mismo tiempo al amor esponsal, primero, para luego ser fecundo en la propia paternidad- maternidad de la vocación a la que está llamado.

La realidad de ser hijo en el Hijo acompaña siempre al hombre.

Hermosa súplica es la de San Pablo en la Carta a los Efesios:

“Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Que él se digne fortificarlos por medio de su Espíritu, conforme a la riqueza de su gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor.”

El arraigarse y crecer en el Amor, sin distracciones ni dudas, también describe la vivencia real de la filiación de María, nuestra Madre, que, con su corazón totalmente confiado en el Amor del Padre, supo ser razón del esplendor de Su Paternidad.

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